CAPÍTULO 18
Era preciosa, estaba más que claro. Ese pelo rubio. Esa piel pálida.
Esos ojos color esmeralda, que a pesar de no estar
viéndolos en ese momento, imaginaba a cada segundo. Ese lunar tan peculiar que
rozaba su labio inferior, era realmente sensual. Llevaba mirándola quince
minutos, apoyado en la cama. Esta, dormía. Me levanté sin hacer ruido, me puse
un abrigo, y salí al pequeño balcón. Y ahí estaba, Milán. Hacía muchísimo frío.
Normal, estábamos a casi a finales de diciembre. Y eso me hizo acordarme de que
al día siguiente sería nochebuena. Me recordaba tanto a mi familia… dentro de
poco haría un año que estaba fuera de casa, y para mí había sido una eternidad.
Pero era feliz, y eso es lo que yo buscaba. Observé a mí alrededor. Nos
encontrábamos en el centro, en un pequeño hostal muy barato que pagamos entre
los dos. Las calles eran inmensas, y el barullo de gente infinito. Ni
comparación con el pueblo de Killarney. Las nubes inundaban el cielo, pero eran
blancas como la nieve, y ni una sola gota caía. Era una ciudad muy acogedora.
Era moderna y grande, pero a la vez antigua. Con sus catedrales, y edificios de
piedra. Era realmente bonita, y eso que no había visto nada, pues la noche
anterior veníamos muy cansados. Un rayo de sol intentó asomar, pero no lo
consiguió. En ese transe de mis pensamientos, alguien se me acercó por detrás,
y obviamente supe que era ella:
-
¿Pero qué haces? –
dijo Lilly con los ojos medio cerrados, y una cara de sueño infinita.
-
Pues aquí
contemplar esta maravillosa ciudad, ¿qué te parece? – dije señalando hacia el
frente.