martes, 22 de noviembre de 2011

Llegaremos a lo más alto CAPÍTULO 1

                                                  
                                          CAPÍTULO 1 , El comienzo


Ahí estaba, a tres metros. Me estremecí al ver como su inmensa melena rubia volaba al viento, y su sonrisa tan brillante deslumbraba hasta al mismísimo Sol. Sus ojos azul cielo, miraban todo a su alrededor. No me acerqué a ella, yo, un chico de 15 años, no muy alto que digamos, pero tampoco bajo, con pelo castaño oscuro y ojos verdes como la esmeralda, no muy moreno de piel, ¿qué iba a decirle? , tan solo conseguiría que ella y sus amigas se rieran de mí. 
Soy un chico un poco tímido, estoy en 3º de la ESO en el Instituto de Tenerife en Canarias. Me gusta mucho el baloncesto, incluso, estuve yendo a clases con 6 o 7 años, pero mi rodilla me jugó una mala pasada. Desde ahí no practiqué deporte hasta ahora. La mayoría de los chicos de mi edad en el instituto, juegan al fútbol, y por ello son los más populares. No podía hacer nada contra ellos, eran fuertes y tenían a todas las chicas detrás, incluida Carolina o Carol, aunque no creo que yo tenga derecho a llamarla así, esa chica tan guapa de la que hablaba antes, está en 4º de la ESO, es un amor imposible.
Sonó la campana y todos entramos en clase. - ¡Carlos! - me gritaron, pues ese era mi nombre. Eran Jorge y Sandra, mis amigos. Jorge era un joven un año más pequeño que yo, estaba en 2º de la ESO, era moreno de piel y cabello oscuro, al igual que sus ojos; en cambio Sandra, era más grande, estaba en 4º ESO en la misma clase que mi gran sueño de chica, pero digamos que no eran muy amigas. Sandra era una chica más masculina, le gustaba mucho el monopatín o skate, solía estar siempre con chicos, cosa que su melena muy corta pelirroja hacía que pareciera una de esas animadoras pijas que no hacían nada más que maquillarse. Pero era todo lo contrario, y sus ojos verdes, no tan fuertes como los míos, la hacían la verdad, muy guapa.
Era el primer día de clase después de verano, todos me resultaban familiares pero la verdad, un poco frikis, lo que para mí eran personas que no hacían nada más que estudiar y apenas tenían sociabilidad. Entramos en clase, elegimos nuestros sitios, y un profesor con apariencia exigente entró por la puerta. Su bigote canoso le bordeaba la boca, y sus ojos marrones como la madera, transmitían a pesar de la primera impresión, serenidad. Su nariz sujetaba unas gafas negras, que llegaban atrás de sus pequeñas orejas acompañadas de su corto pelo blanco. Su nombre era Mario. Fue una clase aburrida, lo único que hicimos fue explicar cómo sería este curso, durante tres horas seguidas.
Sonó la campana de nuevo, y todos nos fuimos al patio, a comer y charlar un poco con nuestros amigos. Por el pasillo pude percibir la clase de donde salía Carolina, pero también como un estudiante de unos 16 o 17 años, de bachillerato llegaba por detrás de ella y le plantaba un beso, y esta, sonreía.


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