- ¡Marta! ya pensaba que no ibas a venir, ¡son las ocho menos cuarto! - dijo con su mirada puesta en el reloj.
- Lo sé... lo siento, tuve que llevar a Mario a la guardería, mi madre se ha ido a Nueva York de nuevo y como no conozco el barrio... - no le dejó terminar.
- Mejor, me lo cuentas luego, es muy tarde, ¿vale? Vamos a clase.
La campana tocaría a las ocho en punto. Marta estaba muy nerviosa, estaban a mitad de curso y ella acababa de mudarse, para una adolescente de 17 años era muy difícil integrarse a estas alturas. Tan solo tenía un amigo, Diego, el cual vivía en Los Ángeles hacía mucho tiempo. Marta era una chica más o menos alta, guapa, con unos ojos marrones intensos, su piel blanca, pero brillante, y su pelo largo ondulado color castaño apagado, le llegaba casi, hasta su estómago.
- ¡Corre! Parece mentira que tengamos que entrar a las ocho y cinco tu primer día, tenemos clase de química y la profesora… - Marta le interrumpió.
- ¡Diego! Me estás poniendo de los nervios, tranquilo, llegaremos.
El mejor amigo de esta, era un chico un poco más alto que ella, es decir, bastante. Tenía unos ojos azul cielo, pero al sol, se volvían grisáceos, para Marta, eran preciosos. Tenía el pelo corto, rubio, sí, su aspecto era de un joven alemán, pero no, Diego nació en California, y además, su piel, era morena, y su nariz sujetaba unas gafas negras. Este, también tenía 17 años, ambos en segundo de bachillerato, a mitades de Enero.
La puerta sonó:
- Adelante.
Y allí estaban. Diego y Marta, a las ocho y seis minutos. Los compañeros, miraron extrañados, pues o estaban locos, o a la chica que sus ojos percibían, no la habían visto nunca.
- Señorita Rocío, lo sentimos, se nos hizo tarde y… - no terminó la frase.
- No te preocupes, Diego, que no vuelva a pasar. Y usted jovencita, debe ser - Marta Pérez, ¿me equivoco?
Marta miró alrededor, tan solo veía caras cuyos ojos se dirigían hacia ella. Estaban en clase de química, y estaba tan nerviosa que no sabía ni que decir, pero pronto replicó:
- S… Sí, señorita. Soy yo - . Y comenzó a moverse hacia atrás, temblando, y sin darse cuenta, chocó con la mesa que estaba en su espalda, y en el golpe, una gota del líquido que dos compañeros estaban utilizando en su experimento, saltó fuera.
- ¡Chicos, Chicos! ¡Todo el mundo fuera! Va a estallar – dijo la profesora abriendo la puerta.
El pánico se apoderó de la clase, y comenzaron a salir corriendo, uno tras otro, incluidos Diego y Marta. A los cinco segundos, algo extraño se oyó:
- ¡Pummm! – y un inmenso humo salió por la ventanilla superior de la puerta.
Marta estaba avergonzada, su primer día, y estaba segura, de que ya sabrían quién era.
- Lo siento mucho profesora, yo… los nervios… - dijo Marta tartamudeando.
- No te preocupes, pero la próxima vez, ten más cuidado.
Todos comenzaron a entrar de nuevo en clase, y a limpiar tremendo desastre. Marta estaba apoyada en la puerta, cuando un chico, alto, con cabello negro oscuro, y ojos verdes muy flojos, se acercó a ella:
- ¡Anda, sí que eres torpe! – dijo soltando una carcajada. Marta no sabía que decir, no había tenido más verguenza en su vida.
- Sí, soy un poco torpe, pero no suelo… - no le dejó terminar.
- Por cierto, me llamo Alejando, Alex para los amigos – y alzó su mano. Marta, no sabía si estrecharla, pues se quedó perpleja mirando su sonrisa, era extremadamente bonita.
- E.. eh, yo soy Marta, a secas – y soltó una sonrisa tonta.
En ese momento Rocío, la profesora de química les indicó que entraran en clase, y estos obedecieron, pero antes, Alex le dijo algo:
- Pero para ser tan torpe, eres muy guapa… - y entró en clase.
Las mejillas de Marta se enrojecieron, y su cara se embobó tanto, que Diego se asustó. Tomó asiento, y la profesora, comenzó a explicar, entre mirada y mirada de Alex y Marta.
Tweet
No hay comentarios:
Publicar un comentario