La campa sonó. Era la hora de comer, y luego, de irse a casa. Marta salió al pasillo, y Diego, detrás de ella, se paró junto a las taquillas, mientras buscaba la suya:
- Marta, olvídate. – dijo Diego mirando hacia los lados.
- ¿Qué dices? – e hizo una cara de alegría al encontrar el número de su taquilla y abrirla.
- ¿Qué qué digo? Que te olvides de Alex, es un plato prohibido…
- ¿Y quién te ha dicho a ti que yo me he fijado en él? – respondió Marta buscando su cartera.
Diego cerró la taquilla de un golpe, y viró la cara de Marta hacia él:
- Mira… ¿ves eso? – Marta, se dio la vuelta. Era Alex, rodeado de un grupo enorme de chicos, seguramente, jugadores de fútbol.
- ¿Lo entiendes ahora? Alex es el chico más popular de todo el instituto, el capitán del equipo de fútbol, el guaperas, ¡todo! Cualquier persona desea ser su amigo, y se dedica a jugar con las chicas, por lo tanto, ¡olvídate! – dijo Diego ya desquiciado.
Marta cerró la taquilla y volvió a mirar. Al final del pasillo aparecieron tres chicas, la de la derecha, morena, la de la izquierda, también lo era, y la del medio, alta, con el pelo rubio, y ojos marrones. Llevaba un bolso, y detrás de esta, un chico embobado, portando los libros, supuso Marta, de esta.
- ¿Y esa? – dijo señalando a esa chica con cabello rubio, liso.
- ¡Ah! Bueno, esa es Carla, y las dos de los lados, Elena y María. Más bien es la típica pija, guapa, por la que todos los chicos babean. La verdad, es que está muy… - Marta dio un pequeño golpe a Diego en el brazo.
- ¡Ay! Perdona… es la verdad. Es la capitana del grupo de animadoras, y la novia de Álex.
En ese momento, Carla se acercó hacia la multitud, e hizo paso, entre ellos:
- ¡A ver, a ver! – un momento por favor.
Todo el mundo atendió:
- Bueno, quería deciros que esta tarde hay un partido a las seis, y espero que vayáis, ¿vale? – y en ese momento, una de sus amigas, las cuales aún Marta no sabía cuál era Elena y cuál era María, le acercó la lima de uñas, y esta, comenzó a usarla. Pidió ayuda para bajar de la silla en la que estaba subida, y tres o cuatro chicos se abalanzaron esperando darle la mano, y Alex, la esperaba abajo.
- Anda, vámonos a comer, que tengo que recoger a Mario a las cuatro – dijo Marta, realmente, indignada.
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