Allí estaba, esperándome a mí. Quién lo diría. Estaba nervioso, pero a la vez orgulloso de haber conseguido un “cita” con la chica de mis sueños. Llegué a su lado, esta me saludó con alegría, y comenzamos a caminar calle abajo con destino “ Peter Block “ la cafetería del pueblo.
Estuvimos hablando durante todo el camino, además de guapa, era una chica estudiosa, con buena familia y simpatiquísima. Había tenido una vida difícil, y aun así era una persona increíble. Llegamos a la cafetería, entramos y pedimos unos batidos bien fríos, pues hacía bastante calor. No sentamos en una mesa cercana a la barra, y comenzamos a hablar:
Y además de tu enseñanza, familia, personalidad… ¿qué me dices de los chicos? – dije un poco inseguro de la intención.
¿Los chicos? Te refieres a novios, ¿verdad? – .
Sí, pero no estás obligada a responder – dije echándome para atrás.
No, no. Quiero responder. La verdad es que no he tenido muchos novios, y los que tuve, eran unos aprovechado del dinero de mi padre, o tan solo de mi físico.
Pues hacían mal, porque solo un tonto puede perder a una chica como tú – no sé cómo pude decir eso, pero lo hice y estaba nervioso por su respuesta.
¿Tú crees? Porque ninguno de ellos me ha valorado – dijo desilucionada.
Pues si yo tuviera la suerte de tener una chica como tú, no perdería la oportunidad – dije con una clara indirecta.
Deberías darles una lección, porque chicos como tú quedan muy pocos – dijo con los ojos brillantes.
Comenzó a acercarse a mí, mis labios sintieron un sabor húmedo, que duró pocos segundos, pero fue increíble. La camarera llegó, y Carolina me miró con satisfacción. No sé qué significaría eso, solo un beso, o un quiero ser más que tu amiga. Lo único que sabía es que mi sueño se había hecho realidad y en tan solo un par de días las cosas habían cambiado muchísimo.
Estaba anocheciendo, pues estuvimos toda la tarde en el parque charlando. La acompañé a casa, y para mi sorpresa me presentó a su madre como su novio, cosa que a mí me sonó como el canto de un pájaro. Me despedí, claro está, con otro beso. Me fui a casa caminando y más feliz que nunca, tanto, que al llegar a mi hogar, no hice otra cosa que llamar rápidamente a Sandra y Jorge, los cuales se olían lo que iba a pasar, y se alegraban mucho de que al fin, las cosas para mí, estuvieran siendo tan increíbles.
Tweet
No hay comentarios:
Publicar un comentario