lunes, 12 de diciembre de 2011

Llegaremos a lo más alto CAPÍTULO 12

                          CAPÍTULO 12 , Pasa el tiempo
                                                              
Las sábanas cubrían parte de mi cuerpo. Hacía calor, pues estábamos a finales de abril. El Sol alumbraba mi cara, y un olor a tostadas invadía mi nariz. Abrí los ojos, dormía solo. Me levanté despacio, asomé la cabeza hacia el pasillo, y pude percibir a Carolina en la cocina preparando un delicioso desayuno. El reloj a la derecha, marcaba las diez y media. Tan solo faltaban cuatro días para mi cumpleaños, estábamos a 28 de abril de 2012. Iba a cumplir diecisiete años. Y la hermosa chica que cocinaba enfrente de mí, ya tenía los dieciocho. Estábamos viviendo juntos, pues mi madre confiaba mucho en nuestra relación, y al ella se mayor de edad, no había problema. A media hora de mi casa, en Candelaria (Tenerife) . No hablaba con Sandra y Jorge desde hacía un año y medio. Sé que Sandra se fue a vivir a otro lugar, y Jorge seguía en Tenerife, pero en otro instituto. De todas maneras, yo ya no estaba estudiando, pues dejé de entrar en bachillerato para dedicarme exclusivamente al baloncesto. Aún seguía con mi mismo equipo, Brakyout, todos teníamos o nos faltaba poco para cumplir los diecisiete. Nuestra esperanza era cumplir los dieciocho y entrar en la tercera división de baloncesto. Me habían ofrecido ir de nuevo al Tenerife junior, y a Las Palmas, primer y segundo equipo mejores de Canarias en nuestra categoría, y de los más mayores, ambos equipos en segunda división. Estábamos en racha, y yo vivía por ese deporte.
Me acerqué a Carolina, por detrás, la cual se asustó:
¡Que susto! No me hagas estas cosas – y me besó. 
Me hizo mucha gracia, pues me encantaba lo guapa que se ponía cuando estaba cabreada.
Desayunamos juntos, charlamos un poco. Me di una ducha, mientras ella hablaba por teléfono. Me hacía el loco, pero me olía que estaba planeando una fiesta para mi cumpleaños. Ya estaba preparado, pero esperé en la puerta diez minutos mientras ella terminaba de hablar. Íbamos a Santa Cruz a mi casa a comer, con mis padres. Sí, aunque sonara raro, con ambos. Mi padre tenía cuatro días de vacaciones, y estaba en casa, cosa que era inhabitual. Tardaba demasiado, se nos hacía tarde:
Carol, vamos, son las dos, y ya sabes como es mi madre… - pues era así, puntual siempre.
Aparcamos el coche, Carol se había sacado el carnet hacía un mes. Entramos en casa, y allí estaban, en la mesa esperando:
Llegáis tarde – dijo mi madre sin enfadarse mucho.
Sí, lo sentimos, pero ¡ya estamos aquí! – dije sentándome en la mesa.
Marta no estaba, tenía veinte años, y seguía siendo igual de misteriosa que siempre. Me suponía que tenía novio, pero si era así, no me enteraría.


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