Las llaves en la mano, enfrente, la puerta. No sabía qué hacer. No estaba preparado, no sabía cómo decírselo. Me decidí, abrí la puerta. Carol estaba tumbada en el sillón leyendo una revista, se dio la vuelta. Vi su sonrisa, sus ojos, su melena, era preciosa. Me acerqué, y no tardó en darse cuenta de que algo pasaba:
- Carlos, ¿dónde has estado? Me tenías preocupada – dijo.
Lo sé lo siento, tenemos que hablar Carolina - .
Le conté todo lo ocurrido la tarde de ayer. Pude darme cuenta como sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas que pedían a gritos caer al vacío. Me acerqué a ella:
No llores, sabes que eres la mejor persona que he conocido – dije diciendo la verdad.
Carlos, no me lo creo. ¿Te vas? ¡A Madrid! – estaba indignada, se le notaba.
Sí, pero… ¿por qué no vienes conmigo? – dije de sorpresa.
Sabes perfectamente que mi madre me necesita – y viró la cara hacia la ventana para poder soltar la primera lágrima sin yo darme cuenta.
Y yo te necesito a ti. No quiero que dejes tu vida. Seguiremos juntos, ¿me esperarás? – dije casi seguro de la respuesta, pero nervioso.
Tardó en contestar, pues su corazón palpitaba muy rápido:
¿Lo dudas? Eres el chico que me ha hecho sentir lo que nadie Carlos. ¿Cuánto estaremos sin vernos? ¿Y verano? ¿No vendrás? – dijo con ilusión.
No creo… verano es la mejor temporada. Y además mientras, intentaré estudiar un poco la carrera de empresariales. No tendré tiempo, pero en cuanto pueda… - no me dejó terminar.
¿Cuándo puedas? Voy a perderte. Te harás famoso, porque sé que tienes talento y toda nuestra vida pensaba se irá por la borda - .
No, yo te esperaré, y nunca podré olvidarme de ti porque te quiero, ¿sabías? Quiero casarme contigo y tener hijos contigo, y quiero tener una vida contigo. Y lo conseguiremos, cuando tenga dinero, y una buena carrera, vendrás conmigo – dije llorando, mientras Carol me acariciaba la cara.
Se acercó a mí, sus labios tocaron mi piel, un beso húmedo se apodero de mí, y su voz dulce dijo:
No podré con esto, pero no pienso retenerte, ve, triunfa, y cuando vuelvas estaré aquí esperándote, te quiero Carlos, y nunca dejaré de hacerlo - .
Nos fundimos en un beso muy apasionado, no quería sufrir más, así que cogió mi mochila y me la dio, me acompañó a la puerta:
¿No irás mañana al aeropuerto? – dije con esperanza.
No contestó, una lágrima árida cayó por su mejilla, y la puerta se cerró. Y nosotros, con ella.
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