El sol apenas alumbraba mi cara. No creo que llevara muchas horas en el avión, pues aún eran las once de la mañana, y este, salió a las diez de Tenerife. Aún me quedaba una hora y media de vuelo, más o menos. Las nubes cubrían gran parte del cielo. Tenían formas muy extrañas. Una de ellas, se me pareció a una chica, pero tenía tantas cosas en la cabeza que apenas investigué. Volví a cerrar los ojos y dormí un poco más.
Una dulce voz me levantó, era la azafata mediante el megáfono. Íbamos a aterrizar en Barajas (Madrid). El avión estaba a tan solo cuarenta metros del suelo. Se fue acercando, hasta que tocó tierra con sus redondas ruedas. Estaba en Madrid. Miré hacia atrás donde los jugadores se iban despertando poco a poco. A mi lado se encontraba Ángel, el cual tuve que despertar porque seguía dormido.
Nuestra guagua paró. Un conductor muy simpático, de unos cuarenta años de edad nos llevaría. Eran unos apartamentos muy bonitos. Una habitación para cada jugador, más la de Ángel y Gonzalo, el cual no nos habían presentado. Dejamos las maletas, y pronto fuimos a comer, estábamos hambrientos, era las una y media del mediodía.
Terminábamos de comer cuando un hombre bastante alto, con cabello rizado y rubio, se acercó a nosotros. Era Gonzalo, el cual se presentó. Mostraba un aspecto de hombre importante. Llevaba un traje negro con corbata, pero lo raro es que, era preparador físico. Pagamos la cuenta y fuimos a descansar a los apartamentos. Algunos de mis compañeros fueron a tomar el sol, bañarse en la piscina… yo simplemente fui a llamar a mi madre para explicarle que todo había ido bien.
Ya eran las seis de la tarde. Se me hizo tarde, me dormí. En tan solo media hora teníamos una reunión con Diego y los presidentes del Cabildo de Deportes. Esperaba gustarles, y poder comenzar a entrenar en el estadio oficial de Madrid, donde entrenaba el segundo mejor equipo de la primera división, El Real Madrid.
Salimos de la sala. Todo había ido muy bien. Los Presidentes eran gente humilde, y Diego, un crack de las cuentas. Era domingo. Mañana empezaríamos con el trabajo. Entrenaríamos todos los días de la semana de once a una del mediodía. Y por la tarde, de seis a siete tendríamos preparación física. Más los partidos que se sumarían a lo largo que subiéramos de lugar en la división. Teníamos por delante muchos equipos, entre ellos, el Tenerife y Las Palmas, los cuales me ofrecieron unirme a ellos muchas veces. Tenía la esperanza de enfrentarme con ellos y demostrarles que no necesito estar en su equipo para triunfar.
Era tarde, habíamos cenado en un restaurante cerca del apartamento. Todos estaban en sus habitaciones. Vi un rato la tele, pero los programas no me interesaban. Leí un libro. Mañana empezaría mi rutina, debía estar preparado para el gran futuro profesional que me esperaba, me deseé suerte a mí mismo, y sin darme cuenta, mis párpados comenzaron a cerrarse hasta dejar de pensar en nada, mi mente, se quedó en blanco.
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