Eran las seis de la tarde. Íbamos a salir ya de casa. Mi madre esperaba en el coche, y yo ayudaba a Marta, pues se empeñó en acompañarnos. Nuestro destino era el aeropuerto. Lo que había pasado la tarde de ayer me había marcado y no podía recordarlo. Mi vida me había decepcionado, y solo podía volver a Madrid y huir de la realidad que me esperaba en Tenerife. Pero estaba dispuesto a olvidar, todo mi pasado. Y además, en Madrid iba a denunciar la custodia de mi hijo, para intentar llevarlo conmigo. Me daba mucha pena tener que hacer esto, pero ahora mismo, no podía hacer nada más.
Llegamos al aeropuerto. Había facturado, mi madre estaba en el baño. Marta miraba pensativa por la cristalera de la terminal, me acerqué:
Marta, tú sabes que ahora voy a estar en la primera división, ¿no? – dije.
Sí, ¡claro! , te sigo – dijo sonriendo.
Bueno… tengo una casa enorme en Madrid, que es demasiado para mí solo, me vendría bien un acompañante o mejor una, ¿Qué opinas? – dije mirándola a los ojos.
¿Lo lo dices en serio? – dijo sorprendida.
¡Claro! Mira… si vienes conmigo, aún me quedan dos meses de verano, ¿sabes a dónde podríamos ir? – dije haciéndome el interesante.
¿A dónde? – respondió Marta.
A New York, he estado investigando, allí están los mejores médicos del mundo, y puedes operarte, y ¡volver a caminar! – dije emocionado.
¿Estás loco? ¿Tú sabes el costo de esos médicos? Y además… es tu vida, no puedo intervenir tanto en ella – dijo mirando al suelo.
Marta, ¡eres mi hermana! Haré todo lo que este en mi mano para que tú vuelvas a caminar, te repito, que me sobra el dinero. ¡De verdad! Y ya lo he comentado con mamá… ella vendría con nosotros – dije convenciéndola.
Pero Carlos yo… - le tapé la boca con el dedo.
Sh, no se hable más. Mañana tú y mamá irán a Madrid y pasado mañana saldremos a New York, ¿vale? – en ese momento llegó mi madre, y pudo ver cómo nos abrazábamos, y dedujo que se trataba de que había aceptado mi propuesta, y esta, se unió a nosotros.
El avión iba a despegar. Miré por la ventana, y pude ver como la pista enorme se hacía cada vez más pequeña. Mi mundo se convirtió en un infierno ardiente. Esperaba que el viaje a Nueva York me despejara de mi vida, e hiciera que todo a mi alrededor fuera diferente. Cerré los ojos, y al hacerlo, mis ilusiones con ellos.
Tweet
No hay comentarios:
Publicar un comentario