miércoles, 4 de enero de 2012

Llegaremos a lo más alto CAPÍTULO 24

                             CAPÍTULO 24 , El reencuentro
                                                              
Todo era raro. Después de casi dos meses en Nueva York las calles de Madrid me resultaban extrañas. Estábamos a pocos días de Septiembre. Mi viaje a América me sirvió para pensar mejor las cosas. Mi madre y Marta seguían en la gran ciudad de los rascacielos. Los médicos le dijeron a mi hermana mayor que podía volver a caminar, pero eso sería dentro de unos meses, cuando la operaran en Madrid, todos los papeles estaban firmados, el dinero pagado. Todo me iba bien. Todo, menos el recuerdo intensamente doloroso que tengo de hace un par de meses. No volví a tener noticias de Carol, tan solo sé que echó a ese traidor cuyo nombre no quiero mencionar, de su casa, y ahora vive sola con Lucas. Todavía no me entra en la cabeza que tenga un hijo. Pero de algo estaba seguro, y es que conseguiría traerlo conmigo. Dentro de un mes y medio tendría el juicio, donde me vería de nuevo las caras con Carolina, para decidir de quién será el niño durante el resto de vida que queda. Lo que no entiendo es como pudo ocultármelo, por qué no me lo dijo. Pero eran preguntas innatas. Paré un momento en el quiosco de Félix, un amigo peninsular, miraba las revistas cuando una vocecilla a mi derecha sonó:
- ¿Carlos? ¿Eres tú de verdad? – . Era una chica bastante delgada. Tenía una melena pelirroja que recorría sus hombros, ondulada, con capacidad para dejarte un rato hipnotizado. Su cara era de un color de piel normal, tirando a moreno, y brillaba. Sus ojos verdes claros deslumbraban, y su sonrisa me miraba. Era guapísima, me quedé confundido, pero pronto contesté:
- Depende de a qué Carlos busques, si es en mi vida personal, créeme pero te has equivocado… pero si es mi vida profesional, sí soy Carlos, del equipo… - a penas pude terminar mi frase cuando ya respondió.
- No, no… yo busco a Carlos, y sí eres tú, ¿Tenerife? ¿Instituto? – y sonrió.
Entonces mis ojos se abrieron como platos. Increíble. Esa chica tan hermosa, tan guapa, era ¡Sandra! Estaba alucinando. Si yo tenía diecinueve años, ella tendría unos veinte tal vez veinte uno. No la veía desde que dejé el instituto. Debía pensar que estaba loco, porque me quedé mirándola embobado.
- ¿Eres Sandra? ¡No puedo creerlo! – y sin pensármelo la abracé con cariño.
- Sí lo soy, madre mía que coincidencia. Y tú, ¿qué haces aquí? 
- Podría hacerte la misma pregunta, ja ja ja – dije intentado ser gracioso, y vi como ella reía.
- Sí la verdad es que sí, ¿por qué no entramos en ese bar? Si no te ocupa tiempo claro… - dijo preocupada.
No contesté, y la invité a seguirme. Entramos en la cafetería. Estuvimos mínimo dos horas hablado. Le conté toda mi historia, desde que no nos veíamos hasta ahora, incluso la decepción de hace un par de meses, al fin y al cabo, había sido mi mejor amiga años. Ella también me contó. Ahora era modelo en Madrid, en la revista MODEL. Muy famosa en España. No me extraña, tenía un rostro y un cuerpo increíble. Había cambiado muchísimo, de montar en monopatín a posar para fotógrafos. Habíamos perdido mucho tiempo, todos estos años sin hablarnos, y sinceramente, no sabía ni por qué. 
- Y entonces… aparte de desgracias – dijo sonriendo – ¿estás en la primera división y tu hermana Marta volverá a caminar?
- Sí, así es – no podía parar de observar su mirada penetrante.
- ¿Entonces? Deberías estar contento, tanto, que ¿por qué no salimos esta noche de copas? Llévate un par de amigos, y yo llevo mis amigas, te alegrarás.
- Sí estaría muy bien despejarme. Mañana por la mañana llega Marta de América y va  a vivir conmigo y tendré menos tiempo libre, y el Lunes empieza la temporada – me levanté con señal de irnos a preparar, ¡eran ya las ocho!
Cogí su mano para ayudarla, y sentí un escalofrío, uno, que no sentía desde hacía mucho tiempo.
Tocaron a la puerta. Abrí. Era Sandra. Con un vestido y unos tacones esplendidos. Hacían que su cuerpo fuera aún más bonito, y eso era mucho decir. 
- Estás guapísima.
- Tengo que decir lo mismo de ti, mis amigas esperan abajo con tus amigos – y me cogió del brazo para irnos escaleras abajo.
Eran las doce y media. Las copitas estaban ya de más. Marcos, Yeray y Kevin estaban bailando con cuatro amigas de Sandra. Y en ese momento me di cuenta de que no la veía de hacía un cuarto de hora. La busqué por el local, cosa que era difícil con la gente y el ruido que había. Entonces salí. Y la vi. Estaba bastante borracha, y pude darme cuenta de que estaba llorando. Me suponía que sería un ataque típico del alcohol. Pues no tenía motivos.
- Sandra, vamos… creo que deberías irte a casa.
- Noooo, N… - y comenzó a reírse.
- ¡Estás borracha que lo flipas tía! – dije descojonándome, literalmente.
- ¿Y tú? ¿Me acompañas a casa? 
- ¡Claro! Vámonos – me despedí de los chicos y nos fuimos en su coche.
Abrí la puerta. Ella tambaleaba un poco. Me invitó a entrar.
- Deberías dormir Sandra, maña… - no terminé la frase cuando se abalanzó sobre mí y sus labios secos tocaron los míos con suavidad.
- ¡Sandra! Estás borracha… no eres consciente de lo que haces, mejor me voy.
- Estoy borracha, pero no loca. Sí soy consciente – volvió a besarme, y esta vez no me resistí. Me dejé llevar por la situación, y al final fue a más, tanto, que no pasé la noche en mi casa. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario