lunes, 16 de enero de 2012

Llegaremos a lo más alto CAPÍTULO 30

                  CAPÍTULO 30 , El gran día
                                              
Yo ya estaba en el estadio. Quedaba una hora. Eran las once de la mañana. La gente comenzaba a entrar, los nervios me comían. Pude ver a los jugadores del Madrid entrenar en la cancha contigua al estadio, privada. Mi entrenador mostraba una cara cansada, le pregunté si pasaba algo pero este lo negó rotundamente. Mi equipo comenzó a llegar.
- Hoy es tu día capitán.
- No, es nuestro día – dije poniéndome la rodillera bien colocada.
Llegaron Carol, Lucas, todos mis amigos/as, Sandra, menos mi madre y Marta que seguían en la consulta. Se sentaron en la zona vip. Entonces pasó algo. Vi un chico llegar, delgado, alto. Moreno de piel y cabello, y sus ojos, aún más. No tardé nada en darme cuenta.
- ¡Jorge! No me lo puedo creer, ¿eres tú?
- Carlos, amigo mío. Sí soy yo, no podía perderme este día –dijo feliz.
- Pero ¿dónde has estado? – dije.
- Olvídate, ahora disfruta. Ya hablamos luego.
- Vale, pasa, pasa, tú a la zona VIP.
Ya el estadio se llenaba entero. El partido iba a comenzar. 
El pitido sonó. Quedaba menos de media hora de partido. El entrenador, nos dio una nueva técnica, y así fue. Volvimos a la cancha. Hicimos lo que este nos dijo, subí arriba, la pasé a Kevin, este la pasó a Marcos y este me la pasó a mí para meterme debajo de la canasta y meter. Cuando estaba a punto de tirar la canasta, algo raro pasó. Mi rodilla, crujió como la primera vez que volví a jugar al baloncesto, y como la última que jugué cuando era pequeño. En poco tiempo, caí al suelo. No podía creerlo, era mi día, mi futuro estaba en juego, y mi pasado volvió conmigo. Yo sabía que no podía volver a jugar, y me lo acaba de demostrar mi cuerpo, después de unos años. Mi preparador físico se acercó a cogerme. Entraron en el campo, junto con el médico, y me inspeccionaron, me dolía muchísimo. Cuando mi sudor caía por la mejilla y mis ilusiones ya eran nulas, vi una sombra entrar por la puerta grande de la zona VIP. Era mi madre, que al verme en el suelo, empezó a soltar lágrimas sin saber ni el por qué. Pero entonces, de pronto, vi otra sombra, y me quedé perplejo. Era Marta, y ¡caminaba! Me miró, se quedó parada. Me sonrió e hizo un gesto que quería decir “¡Tú puedes!”. Miré a mi alrededor, mi hijo me miraba, uno de mis sueños cumplido, que Marta caminase, solo me quedaba uno, ganar este partido, aparté a los médicos, al preparador físico… les indiqué que se fueran. Con rodilla o sin ella, jugaría. Al levantarme el estadio comenzó a gritar de alegría. Y así fue, continué jugando el gran partido. 
Tan solo quedaba un minuto de juego. Otro tiempo muerto, con un poco de fuerza de voluntad, la rodilla ya no escocía tanto. El entrenador cada vez tenía más mala cara. Íbamos empatados. Sí, como en las películas. Teníamos que meter dos canastas o un triple, podías elegir. Pero el entrenador decidió arriesgarse a tirar el triple, y quería que lo hiciera yo.


El pitido sonó. Mis piernas temblaban, mis manos también. Comencé a correr, pasé la pelota a Marcos a mi izquierda, me la volvió a pasar. Estaba en posición. Tenía que tirar en menos de diez segundos y meter para ganar este partido. Salté sobre el suelo, y poco a poco giré la cara, quería dedicarle esta canasta a Ángel, si es que metía. Entonces, mis ojos se llenaron de lágrimas. Vieron algo que me quemó por dentro. Cuando estaba a punto de tirar, vi caer en seco al suelo al entrenador. La pelota volando en el aire, pero mi mirada hacia el banquillo. Multitud de médicos se arrodillaron sobre él. De pronto, pude darme cuenta como la pelota entraba en la canasta. Todo el estadio saltó y comenzó a gritar.
- ¡Campeones,Campeones, oe oe oe!
El equipo saltó de alegría me cogieron en peso, pero yo no podía parar de mirar la figura tirada en el suelo. De pronto el equipo también lo vio. Todos se abalanzaron pero los médicos pidieron espacio. 
Habían pasado, dos horas. La gente estaba celebrando nuestro triunfo. La ambulancia se había llevado a Ángel, pero no había nada que hacer. Ángel tenía neumonía y no nos lo dijo, y con el frío, que cogió, le dio un paro respiratorio, murió en el acto. El mismo día que cumplo mi mayor aspiración, mi sueño, que me iba a América. Pero ahora no tenía ganas de nada.
- Carlos lo siento… - dijo Carol abrazándome.
Mis lágrimas cayeron cada vez más rápido, me senté en las gradas y no me fui de allí hasta las casi diez de la noche. Recordando. Hasta que vino mi madre, y me fui con esta, y al llegar a casa, puse la tele:
- Ángel Guerrero Barreto, entrenador personal del mejor equipo español y europeo muerto por un paro cardiaco en medio del partido de victoria de los Brakyout. – apagué la tele de inmediato. Me encerré en la habitación, mientras multitud de gente gritaba fuera de mi casa, para que saliera a firmar autógrafos, pero nada ni nadie haría que yo saliese de ese cuarto.


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