jueves, 26 de enero de 2012

Siento decírtelo, pero te quiero CAPÍTULO 4

                                     CAPÍTULO 4


El despertador sonó, y Marta, tardó más de diez minutos en levantarse. Cuando lo logró, se dirigió a desayunar. Y por primera vez, estaba allí su madre:

- ¡Marta! Tengo que irme ya, me espera el conductor fuera, voy a grabar mi última escena. ¿Cómo te va? – en ese momento se escuchó un pitido.
- Lo siento, adiós – y le plantó un beso a su hija.
- Mmm.. vale, adiós – dijo Marta hablando sola.

Cogió una magdalena, se duchó, y pronto estaba en el instituto.

La campana estaba a punto de sonar, Marta estaba sentada en un banco, repasando las preguntas de Historia. En ese momento, entró Alex, al final del pasillo, y esta, pudo apreciar, como todo el mundo a lo largo que pasaba por su lado, le chocaban la mano, le felicitaban… y Marta supuso que sería por el partido que se jugó ayer, pero no le importaba. Para su sorpresa, pasó por su lado e hizo lo que no había hecho en todo el camino realizado, se paró:

- Hola, Marta, ayer te mandé una petición para la web del instituto, ¿lo has visto? – dijo sentándose en el banco.
- Si, la he visto, muy simpática – dijo Marta sin mirarle a los ojos.
- Bueno, esta noche hago una fiesta y me preguntaba si… - no terminó. Entonces, apareció Carla, con sus dos amigas, y se pararon frente ellos.
- Alex, ¿puedes venir un momento? – dijo con una voz de pito, que asustó a Marta.
- Espera… - dijo Alex, y dirigiéndose a Marta dijo:
- ¿Irás?, es a las siete en mi casa, toma la dirección – dijo tendiéndole un papel. 
Entonces, Carla, posiblemente celosa, cogió a Alex por el brazo, pero antes de irse, Marta le contestó:
- Lo siento, debo cuidar a mi hermano, pero lo intentaré.
Alex se alejó guiñándole el ojo.


Eran las seis y media, y la puerta sonó. 

- Que sepas, que es la última vez que te hago este favor, ¿vale? – dijo Diego. El cual, iba a cuidar a Mario, por Marta, para que esta pudiera ir a la fiesta.
- Muchas gracias, tú sí que eres un amigo – dijo dándole un beso y cogiendo las llaves de la mesilla.
- ¡No tardes! – repitió su amigo, dos veces.
- Que sí, no te preocupes – contestó Marta, y la puerta se cerró.

Marta llegó a la fiesta, a las siete y media, no quería parecer desesperada. Cuando entró por la puerta, pudo darse cuenta de que Alex vivía en una casa bastante grande. Multitud de gente comenzó a esconder a esta, de tal manera, que no sabía ni donde estaba. Pudo llegar hasta las bebidas, y entonces, vio a Alex en las escaleras. Este, se abalanzó e hizo espacio entre la gente, acercándose a ella:

- Hola, ¡has venido! – dijo gritando.
- Sí.
- Mira, sígueme, aquí hay mucho ruido – dijo Alex cogiéndola por el brazo.

Estaban fuera, en la terraza, junto a la piscina. 

- Pensaba que no vendrías – dijo Alex buscando la mirada de Marta, la cual observaba el paisaje.
- Bueno, conseguí que Diego me ayudara.
- Marta – dijo Alex mirándola fijamente – yo no sé qué te habrán contado de mí, ¿vale? Pero te puedo asegurar que no soy nada de lo que dicen ni lo que aparento.
- Yo no he dicho que… - en ese momento, Carla salió por la puerta, se subió a la mesa, y la gente comenzó a salir:

- A ver, quiero decir algo. Ya que estamos aquí todos, quiero darle la bienvenida como se merece a una chica, nueva, que se ha mudado aquí. Marta, por favor, un aplauso para ella, da un paso adelante.

Marta no entendía qué pasaba, ni por qué hacía aquello, pero hizo lo que le pedía. Y en ese momento, una de las conejitas de indias de Carla, se acercó por detrás de Marta, y de manera disimulada la empujó hacia la piscina, y después soltó un: - ¡Lo siento! 

La gente, comenzó a reírse, y Marta, salió de la piscina tapando su vestido, que tanto tiempo tardó en elegir. Su maquillaje se había corrido, y Carla, reía con diferencia. Alex, perplejo por la situación, se alzó hacia Marta:

- Marta, lo siento, yo… - no terminó.
- Alex, ¿déjalo vale? – respondió Marta soltando la primera lágrima. Salió corriendo escaleras abajo, y pudo oír el murmullo de la gente tras su espalda, y Alex gritando:
- ¡Marta por favor! – pero quedó a lo lejos, cuando ya ésta, se encontraba dentro del taxi.

Al llegar a casa, Diego, abrazó a Marta con fuerza, esta se bañó entre un mar de lágrimas, y no quiso contarle nada a su amigo, tan solo se metió en la cama, y pensó con qué valor volvería a clase el Lunes.


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