El último retoque. ¿Pelo suelto, o coleta? Se preguntaba Marta. En tan solo una hora había quedado en el parque con Álex, y estaba especialmente nerviosa. ¿Iría muy informal, o tal vez demasiado formal? Simplemente quería ser ella misma, pero tenía miedo de no gustarle, la verdad, no tenía mucha iniciativa, para nada.
Mira el reloj, las seis y cinco. Las manos de Marta comienzan a sudar. No es exactamente lo que se dice una cita, pero para ella, todo aquel encuentro a solas con un chico, es lo que se llama “cita”. Vuelve a mirar, las seis y siete minutos. De pronto, un chico alto, con vaqueros, vans negras, y camiseta blanca, la cual le quedaba, muy bien, se acercaba rápidamente hacia Marta.
- Lo siento mucho, de verdad. Me entretuve y… - no terminó.
- No te preocupes, has venido, es lo que importa – respondió Marta soltando una sonrisa.
- Bueno, estás muy guapa, así, no diría que eres tan torpe – dijo acercándose cada vez más Marta, que inacostumbrada a estas situaciones le invitó a dar una paseo.
- Y este encuentro, ¿por qué?
- Me siento culpable, debería haber hecho algo el viernes, siento la actitud de Carla, cree que le pertenezco, pero no es así – Marta pudo notar como Álex dudó un momento.
- No pasa nada, no es tu culpa. Estoy acostumbrada… a todos los lugares que voy, siempre suelo ser la “rarita”.
- ¿Rarita? Pues a mí me pareces de lo más cool – dijo Álex riendo.
. ¿Cool? No sabía yo ese vocabulario tuyo - y rio.
- Es que tú no sabes muchas cosas mías, pero tienes la oportunidad de saberlas. ¿Nos sentamos aquí? – preguntó el joven señalando un banco de madera. Se sentaron, y Álex se acercó a Marta, más de lo que ella había previsto.
- Tienes unos ojos preciosos - El sol alumbraba, y la mirada de Marta, se volvió color miel.
- ¿Los míos? Habla el de los ojos verdes, ¡no te digo! – e hizo un pequeño golpe en el brazo de Álex, a lo que este respondió con un: ¡ay!
- Nenaza – dijo Marta apartando la mirada, haciéndose la indignada.
- ¿Cómo me has llamado? – y cogió a la estudiante de diecisiete años por el brazo, en lo que esta se levantó y comenzó a correr avenida abajo.
Miró alrededor, llevaba cinco minutos escondida tras un árbol, y ni rastro de Álex, ¿lo había dejado atrás? Dio media vuelta por dónde había venido, pero para su sorpresa el chico de ojos verdes salió a su encuentro, asustándola:
- ¿Creías que podías esconderte de mí, eh? – y se lanzó contra ella, haciéndole cosquillas en lo que ella reía sin parar.
- ¡¡¡ Álex, para por favor!!! – gritó Marta, tanto, que un hombre que se encontraba en la acera de enfrente miró hacia ellos, creyendo que algo le pasaba.
- Mira lo que has hecho, van a pensar que soy un acosador, ¡o peor! Que te quiero violar- dijo Álex con cara de pena.
- A mí con esa cara de perrito degollado no me la juegas.
Bueno, pues con tristeza no, pero así sí – entonces, cogió a Marta en brazos, como si acabaran de casarse y salieran de la iglesia sonrientes.
- ¡Álex déjame en el suelo! – y este obedeció. Marta se sentó en un nuevo banco, y el joven a su lado.
- ¿Qué tienes pensado hacer mañana? – preguntó.
- Pues… no lo sé, si mi padre tiene que acompañar a mi madre algún… - Álex no le dejó terminar la frase.
- ¿Tu madre es Jessica? ¿La actriz que sacará una película con Jonny Deep? – dijo asombrado.
- Sí, esa misma- y suspiró.
- Tienes suerte.
- Bueno… - dijo Marta bajando la cabeza.
- Eh, eh… ¿pasa algo? – y se colocó de cuclillas enfrente de la adolescente, con sus caras más cerca que nunca.
- No… - dijo Marta embobada con su sonrisa.
En ese mismo momento, Álex se acercó a Marta, esta, le miró preocupada, sin saber qué iba a ocurrir, a diferencia del joven, que estaba más acostumbrado a estas situaciones. Marta, solo había besado a un chico en toda su vida, y la verdad, hace mucho tiempo… Pero algún día tendría que volver hacerlo. Sus labios comenzaron a pegarse, y la humedad se apoderó de ella, un beso rápido, pero a continuación, otro, un poco más largo, y así seguidamente unos cuatro o cinco más, cada vez más intensos y largos. Secos y húmedos. Con sentimiento y deseo.
- ¿Qué tal lo he hecho? – dijo Marta esperando una pésima respuesta.
- Muy bien – respondió el joven carcajeando.
- No soy muy buena…
- ¿Cómo? ¡Eres perfecta! Tus ojos, tu pelo, tu mirada, tu piel… - y comenzó acercarse a su cuello. Y en ese momento, en el que Marta se quedaba media dormida mientras Álex le llenaba el oído de cosas preciosas, pudo observar el reloj.
- ¡Mierda! Las ocho y media… ¡Mario salía a las ocho!
- Bueno… tranquila – pero, de tranquila, nada. Marta salió disparada avenida abajo, pero antes pudo gritar:
- Adiós Álex, conéctate al ordenador- y le lanzó un beso, el cual, el joven recibió con una ligera sonrisa de oreja a oreja.
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