martes, 13 de marzo de 2012

Siento decírtelo, pero te quiero CAPÍTULO 7

                                                      CAPÍTULO 7


Era una mañana soleada, los rayos inundaban la habitación, pues Marta, despistada, olvidó cerrar la noche anterior las persianas. La tarde de ayer había sido tan intensa, tan bonita… que no podía creerlo. Todas esas cosas que dijo Diego, no parecían para nada su personalidad. Álex le demostró ser un chico simpático, sencillo, guapo, ¡y gran besador! Era sábado por la mañana, posiblemente, con un poco de suerte, su madre estaría en casa y podría contarle lo ocurrido con este chico, pues no tenía amigas, aún, y Diego, bueno, habían cosas que no se podían hablar con él. Salió de la habitación, con los pelos un poco rebujados, y una blusa que le llegaba un poco más debajo de los muslos, y tan solo unas braguitas como ropa interior. Se acercó al cuarto del hermano, seguía en su cuna durmiendo. Fue al salón y allí estaban Jessica y Sergio, los padres de Marta, sentados en el sillón, y ambos miraron a la puerta, como si estuvieran esperando hace rato la llegada de su hija. No tardaron en hablar:

- Hija ven, siéntate – dijo la madre de Marta, tan guapa como siempre, maquillada, y con ropa de elegante.
- ¿Pasa algo? Me estáis asustando.
- No, no pasa nada malo. Mira, tu madre sacará su película en muy poco tiempo, los fotógrafos no dejan de atosigarla, y pronto, posiblemente comenzarán a hacerlo, pero a ti, y te seguirán al instituto, cuando salgas con tus amigos… tu madre ha hecho una película con actores que millones de jóvenes desean conocer, ahora es una famosa más, sale en las revistas, televisión… - Marta interrumpió.
- Papá, ¡lo sé! Pero estoy harta de que me lo repitáis… yo quiero ser una chica normal, no tengo la culpa de que de un día para otro, mi madre se vuelva famosa, y no pueda salir tranquila de su casa.
- Cariño… no tienes la culpa, pero eres su hija, y te ha tocado serlo – en ese momento, Marta percibió como su madre no había hablado, y miraba fija al suelo, lo que quería decir que la conversación no era tan solo para recordarle que en menos de un mes, tal vez, no podría ni salir de casa sin un guardaespaldas.
- ¿Y qué más? – dijo por fin la joven.
- Bueno… pues que, no podemos arriesgarnos a que nos pase nada, y tenemos que volvernos a mudar.
- ¿¿¿Qué??? – Marta se quedó sorprendida.
- No, no me has entendido… tranquila, nos iremos a Santa Mónica, pero podrás seguir viniendo a este instituto, todo será igual. Simplemente viviremos en una casa, pues bastante grande, y un poco más alejada de la ciudad ¿vale?
- Bueno, en ese caso, no suena tan horrible. Pero papá, yo no quiero tener que salir de casa con un hombre que… - la madre interrumpió.
- Debo irme, tengo sesión. Marta, te agradezco que lo entiendas, el chofer me espera fuera, no puedo hacerle esperar, esta noche tenemos cena con mi director, no hagas planes y ponte guapa, mañana ya nos iremos a la otra casa – le plantó un beso en la mejilla a su hija de diecisiete años, olvidándose por completo, y sin importarle, la vida de esta.

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