CAPÍTULO 9
Era
temprano. El despertador sonó. Abrió los ojos lentamente, y percibió como un
ligero rayo de luz asomaba tímidamente por la ventana. Unos toquecillos en la
puerta sonaron:
- Marta, son las siete menos cuarto, date prisa. el coche te espera
fuera.
Era Sergio,
que con una voz ya bastante despierta, comía una magdalena.
Depositó
sus pies en el suelo. Se miró al espejo, sus pelos parecían una montaña rusa.
Se metió en el baño y no salió hasta la media hora. El instituto estaba a unos veinte minutos de su nueva casa. Asomó
la cabeza en su inmensa terraza, y un paisaje precioso le recibió. Bajó las
escaleras, y tomó un vaso de cola cao caliente de pie, pues eran ya las siete y
media. Cogió su mochila, y se aproximó fuera, donde un coche negro, como
aquellos que veía en las películas, le esperaba. No le gustaba mucho la idea de
tener que ir como si fuera una famosa a clase, cuando era su madre la actriz.
Tenía miedo de solo ser querida por ello.
El chofer
era un chico mucho más joven de lo que ella esperaba. Era rubio, con unos ojos
marrones fuerte, que le hacían misterioso, pero lo que más le llamó la atención
fue su mirada sonriente, transmitía alegría. Iba vestido con un esmoquin negro,
y un sombrero. Era alto, la verdad.
- Buenos días señorita Marta, ¿cómo está usted hoy?
- Buenos días… - la joven dudó.
- Perdone.
Bajó del coche, abrió la puerta para que esta
entrara y de paso, se presentó:
- Soy Javier, Hernández. Y voy a ser el afortunado que cuide de ti - en
ese momento, hizo una especie de reverencia a la cual Marta se sintió incómoda:
- Vale, Javier. Encantada – dijo poniéndolo recto – pero ya que
pasaremos tanto tiempo juntos, me gustaría que me tutearas, soy tan solo una
cría, eso de usted…
- Está bien – respondió el chico riendo.
- Y las reverencias, mejor a la reina, ahora vámonos, es tarde.
Entraron en
el coche, y este arrancó. Marta estuvo todo el trayecto mirando su piel,
morena, un lunar peculiar le rozaba el labio inferior. “Muy sexy”, pensó Marta.
Era muy guapo, no quería ser grosera, pero se moría por saber su edad… Mientras
la chica pensaba si preguntarle o no, el coche frenó. Estaba en el instituto.
- Fin del trayecto - El joven salió del coche y abrió la puerta, para
invitarla a salir.
Marta sacó
un pie fuera, y luego otro. De pronto, pasó algo que nunca había experimentado,
montones de estudiantes que pasaban por delante se pararon, a observarla, y
esta se sintió incómoda, Javier, al notarlo, se acercó a ella:
- ¿Quiere que le acompañe a clase?
- No… - dijo Marta insegura.
- Es mi trabajo… - y sin decir nada más, el chofer cerró el coche, le agarró
del brazo y entró instituto adentro con ella.
Llegaron a
clase y este se despidió, a lo que Marta le dio las gracias. Estaba claro, era
un chico encantador. Sin darse cuenta, tres chicas se le acercaron:
- Marta… ¿vas a seguir viniendo a este instituto público? – preguntó la
más bajita de ellas.
- ¿Y por qué iba a dejar de venir? – no entendía nada.
- ¿Cómo que por qué? No sé si es que no te has enterado, pero tu madre
sale en todas las revistas del momento… ¡es súper famosa!
- Yo la admiro… es demasiado guapa, ¡por qué no podré ser yo así! –
añadió la de la derecha.
Marta no
pudo evitar una pequeña carcajada. Le resultaba raro, pero tenían razón.
- No te preocupes – dijo dirigiéndose a la del comentario gracioso –
mañana intentaré traerte un autógrafo de mi madre, ¿vale?
- ¿De verdad? – la chica comenzó a dar saltos de alegría.
- Y cuando saque la película… ¡será aún más famosa! ¡Madre mía! – dice
la del centro, que aún no había hablado.
En ese
momento, el profesor de Historia del Arte entró por la clase. Diego detrás, el
cual guiñó el ojo a Marta, y se sentó. A los cinco minutos de clase, la puerta
se abrió de nuevo. Era Álex, había perdido la guagua. “Qué vago…” pensó Marta.
Pero era demasiado guapo, no tenía palabras para describir la tarde que pasaron
el viernes, y solo tenía ojos para mirarlo a él. En lo que Marta estaba sumisa
en sus pensamientos, una mano tocó su espalda detrás de ella. Era Jefferson, el
cuál le tendió un papel. Marta, lo abrió lentamente:
- Hola guapa, ¿cómo estás hoy? Te espero a las dos fuera del insti,
¿vale? Últimamente, con lo de tu madre, parece que no tienes tiempo para mí.
Marta se
dio la vuelta hacia atrás, donde Álex le miraba deseoso. A su derecha, Carla
observaba la escena, con envidia. No solo le había robado a su chico, sino que
también, su madre era la actriz más famosa del momento, y si quiera, había
sacado su primera película.
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