CAPITULO 3
Abrí la
puerta, y dejé las llaves en la mesilla. Me quité las zapatillas para hacer el
menor ruido posible. Eran las doce de la noche, todos dormían. Puse a cargar el
móvil. Quince llamadas de mi madre. “¡Me querrá matar!” pensé. Subí escaleras
arriba, y entré en mi cuarto. Abrí una pequeña puerta encima de mi armario, y
cogí una mochila con aspecto de maleta. Profundicé en su fondo. “Sí, será
suficiente” me dije. Me di la vuelta para comenzar a coger unas cuantas
camisetas, cuando de pronto, sentí que me observaban. Volví a mirar:
- - ¡Dios! – dije sorprendido, pero sin gritar demasiado – me has dado un
susto de muerte, ¿qué haces despierta?
- - Lo siento, quería hablar contigo… - dijo Marina con un aspecto
indeciso.
- - Claro, dime – respondí sentándome en la cama.
- - Espera… ¿qué estás haciendo?
- -Vienes a hablar de ti, ¿no? Venga dime – dije cambiando de tema.
- -Bueno… es solo que, tengo un problema con… - no le salían las
palabras, así que intenté ayudarla:
- -¿Un chico?
- -¡No! – dijo muy segura
- - Bueno, ¿entonces qué?
- - Verás… me hice amiga de un grupo de chicos y chicas un poco diferentes
a mí. Y pues… para ser igual que ellos, he hecho algunas cosas que no son muy
buenas… ¿me entiendes? – dijo con la cabeza cabizbaja, como con miedo.
- - ¿Has fumado?
- - Sí…
- - Ay, mi hermanita. Pensé que eras un poco más lista, ¿sabes? Te he criado, y sé con seguridad, que tú no
eres como ellos. No tienes que comportarte como alguien que no va con tu personalidad,
para caerles bien. Tú tienes suficiente autoestima para hacer amigos y amigas
que te quieran tal y como eres, y si aún no los tienes, tranquila, ¡llegarán!
Pero fumar… es algo muy malo, y tú lo sabes – dije cogiendo su mano - ¿no
habrás tomado nada más, no? – dije asustado
- - No, no… tranquilo. Solo algún que otro cigarrillo… pero es que si
quiera, ¡me gustan!
- - ¿Entonces? ¿Qué consejo quieres que te dé? ¡Tú misma está admitiendo que son malos! Díselo
a papá y a mamá, y ellos te comprenderán. Sé que pueden ser un poco tozudos a
veces… pero nadie te quiere más que ellos, y harán lo mejor para ti.
- - No puedo decírselo, ¡me matarán! – nos quedamos un momento en silencio
– oye, ¿qué es esa mochila?
-
Marina… me voy
- - ¿¿¿Cómo??? – y fue entonces cuando levantó de nuevo la cabeza - ¿a
dónde? ¿cuándo? ¿por qué?
- - Tranquila – dije acariciándole la mejilla – no sé a dónde voy. Pero sí
sé que será lejos. Necesito recorrer mundo, y encontrarme a mí mismo.
- - Pero, pero… ¿y el dinero?
- - No puedes decir nada ¿vale? – dije acercándome a su oído – pero papá y
mamá tienen para nosotros una herencia de la tía Nieves, para cuando la
necesitemos, y tengamos una buena vida. La verdad, que es mucho. Suficiente
para lo que yo necesito, porque no pienso darme ningún capricho. Ya he ido a
sacar el dinero – me levanté y seguí preparando la maleta rápidamente.
Pasaron
diez minutos. “Camisas, pantalones, un abrigo, unos zapatos, cepillo de
dientes…” todo listo. No llevaba mucho, pero sí lo suficiente. Cogí el sobre
con el dinero, y me colgué la gran mochila en la espalda. Pesaba mucho. Marina
permanecía en la cama sentada. Me acerqué a ella.
- - Ey, que me voy ya – dije mirándola
- - Espera, tengo algo para ti – fue corriendo a su habitación, y volvió
con algo en la mano – toma, es un amuleto de la suerte, acuérdate de mí cuando
estés lejos- y cayó su primera lágrima.
- - No llores pequeña. Voy a volver, te lo prometo – dije secándole con el
dedo – escucha, dales esta nota a papá y mamá – y se la tendí en las manos - y
diles que no me llamen, porque no voy a llevar móvil.
- - ¿Y qué vas a hacer con el tuyo? – preguntó ella más calmada
- - Es para ti – dije desconectándolo del cargador y cediéndoselo a mi
hermana.
- - ¿En serio? ¡Gracias! – y se lanzó a mis brazos – te voy a echar mucho
de menos… esta casa no será lo mismo sin
ti.
- - Y yo a ti, te quiero mucho canija, cuida de esta familia de locos – le
di un beso y un abrazo enorme, y bajé al piso inferior.
Cogí
comida para sobrevivir un tiempo. Cosas que no caducaran, lo demás, me iría
buscando la vida. La verdad, que lo que me disponía a hacer era algo muy
arriesgado. No sabía ni a donde iba, ni si hacía bien, pero si mi destino era
estar ahí, de alguna u otra manera, volvería algún día.
Llegué
al aeropuerto. Me acerqué al mostrador muy decidido:
- - Un billete por favor
- - ¿A dónde desea ir señor?
- - Me es indiferente, el vuelo que antes salga, y más barato.
- - ¿De verdad? – dijo ella extrañada
- - Sí .
- - Hay uno a Casablanca, Marruecos. Dentro de unas cuantas horas.
- - Démelo, gracias – dije sin pensármelo.
Ya me
encontraba en el avión. No sabía ni qué iba a hacer al llegar allí, pero me
moría de ganas por descubrirlo. “¿Encontraré mi felicidad?” me preguntaba. El camino que me quedaba por recorrer, tendría sus altibajos, pero estaba seguro, de que llegaría al final.
Cada vez me da más intriga de lo que pueda pasar en el siguiente capítulo. Hoy cuando vi en twitter que habías publicado uno nuevo dije: "TOMALO!!" jaja.
ResponderEliminarSigue escribiendo Julia, podrás llegar muy lejos.
Muchísimas gracias, por personas como tú es por lo que sigo haciéndolo. Intentaré ponerlos más seguidos, porque a veces me olvido. Un abrazo!!
ResponderEliminar